Imprevisto
La tarde lluviosa y fría de aquel jueves me obligó a
quedarme estacionada
en el interior de mi taxi. El pasaje era escaso y el tiempo pasaba a
cuenta
gotas. Poco tiempo después, la átmosfera aburrida que
me oprimía adentro
del taxti fue ceveramente interrumpida por una mujer madura de unos
cuarenta años y bien vestida, que en medio de la ya fuerte lluvia
tocaba
insistente la ventanilla pidiendome que la trarladara a algún
lugar.
Llegamos a la Roma, ella, la pasajera, me pidio que la esperara. A
los
pocos minutos de haber ingresado a un pequeño departamento, regresó
con
otra mujer mucho más joven. En el camino venían discutiendo
acaloradamente
y casi a la fuerza metió al taxi a la joven mujer. - Al Radisson
de
periférico- me dijo la primera pasajera.
En el camino las cosas eran tensas dentro del taxi, había gritos
y reclamos
de parte de las dos mujeres, derrepente un gran silencio, y al ver por
el
retrovisor observe que las dos se besaban y se acariciaban la una a
la
otra. La joven se dejaba llevar por la pasión desenfrenada que
imprimía la
primera pasajera, quien sin limitarse la besaba en la boca y en el cuello
mientras que con sus manos tocaba con fuerza sus senos y las nalgas
de su
acompañante. Yo miraba con recato el retrovisor y en agunas ocasiones
la
mirada de la joven se clavaba de vez en cuando en mi mostrandome un
halo de
pasión.
Llegamos al Radisson. No sé en cuanto tiempo, ni si hubo mucho
tráfico. La
cuarentona entonces me dio una tarjeta - no tardes allí te esperamos-
Dijo. Las dos mujeres bajaron del taxi y se dirigieron al interior del
hotel. Por un momento pense -¿será esto cierto? - y sin
pensarlo mucho
estacione el taxi y me dirijí a la habitación señalada
en la tarjeta.
Igresé a la habitación, la cuarentona después
de ofrecerme una copa de
vino, me dijo que agarrara una camara ve video que estaba en la mesa.
-
filma lo que veas- me dijo. La joven, sólo en bragas salió
del vestidor y
sin decir palabra se acercó a la cuarentona, la tomó con
pasión entre sus
brazos besandola sin control. Yo nerviosa empese a filmar paso a paso
los
movimientos amatorios que ellas empezaban a realizar.
La mujer madura, más alta y más fuerte que su acompañante,
la tomó de la
cintura y la subió a la mesa. Con violencia arrancó las
bragas de su amante
y con los ojos llenos de anciedad le abrió las piernas y sumergió
su boca
en los olores de su sexo. La cabeza de la cuarentona se meneaba como
un
salvaje oleaje, al tiempo que los gemidos de la joven secuendaban los
lenguetasos de su captora.
Yo sentía mi sexo húmedo, las imágenes que captaba
en la camara
intencificaban mi exitación. Me acercaba más a ellas para
conseguir no sólo
mejores tomas si no para alcanzar aunque sea un poco de ese olor a sexo
que rodeaba a la amantes.
Se entregaron hasta el cansancio; se consumieron cada gota de la miel
de
sus sexos; se acabaron hasta el olor de la pasión. Los orgamos
continuos y
exquisitos que ellas liberaban, acabarón con el culmen de mi
exitación que
explotaron con el calor y humedad de mi sexo probocandome uno de los
mejores orgasmos de la vida.
Las tres exhautas reímos. Deja la camara y toma un billete de
mi cartera.
Me dijo la mujer madura. Me despedí y la mirada de la joven asintió
agradecida, pidiendome a la vez, guardar el secreto vivido aquella tarde
lluviosa y fría
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