Antes que nada, quiero ser honesto, esta historia la
estrené en un Sitio Web de España
O sea que en internet no es nueva, vale la aclaración,
no?
En fin, haí les va....
Mi Querida Carolina (Un amor imposible).
Quiero dejar para la posteridad esta historia, que
significó mucho en mi vida por el gran amor que a mis
17 años sentí por una mujer mayor, y que fue
ampliamente correspondido, pero que al mismo tiempo se
convirtió en un dolor constante porque ella era
casada, con hijos, haciendo casi imposible que la
relación fuera más allá de encuentros amorosos
casuales. Y digo casi imposible, porque en mis sueños
de adolescencia, ella la mujer de mi vida, mi más
grande anhelo.
Carolina era la esposa de mi vecino, en ese entonces
tenía 40 años, rubia, piel dorada, piernas largas
coronadas por unos gluteos verdaderamente enormes, y
senos grandes. Yo vivía en la planta baja de un
edificio, y el departamento de Carolina estaba frente
al mío, puerta con puerta.
Mi familia vive en la provincia mexicana, en tanto que
yo vivía sólo, debido a que realizaba mis estudios de
preparatoria en la Ciudad de México.
Desde que llegué al departamento en mención, recibí
un
trato amable de parte de Carolina, quien me apoyaba
con las obligaciones que teníamos los inquilinos, ya
que por cuestiones de tiempo no acudía a las reuniones
de vecinos. Debido a esta situación, regularmente ella
llamaba a mi puerta para ponerme al tanto de las
cuotas que se tienen que pagar por mantenimiento,
servicio de áreas comunes, etc.
Al principio, la relación era tan formal que solo
cruzábamos dos o tres palabras, en la puerta de mi
departamento, ella se despedía y entraba al suyo, sin
más; pero conforme fue pasando el tiempo, fuimos
tomando confianza, hasta establecer una relación menos
formal. Carolina ya no se quedaba en la puerta,
entraba y se sentaba relajadamente en la sala mientras
me ponía al tanto de cómo se estaba administrando el
edificio y los acuerdos a los que había llegado la
asamblea de inquilinos.
Estas visitas se hicieron más seguidas y se
prolongaban cada vez más, por lo que de la platica
formal, pasábamos a un agradable rato de charla, sobre
diversos temas. Sin darnos cuenta, nos fuimos
encariñando a tal grado, que parecíamos dos amigos,
sin diferencias de edades, lo cual pues no era real.
De mi parte, empecé a padecer una especie de inquietud
constante. Cuando ella se iba de mi departamento no
podía dormir pensando en sus formas de mujer, que me
generaban una excitación que al paso de los días se
fue volviendo incontrolable.
Nuestros departamentos están, como decía, en la planta
baja, y los cajones de estacionamiento de ambos quedan
frente a mi ventana, por lo que una noche, con el
silencio que provoca la misma, escuché que Carolina
despedía a su esposo e hijos, que iban al cumpleaños
de sus abuelos y a pasar el fin de semana con ellos,
fuera de la ciudad. Oí que Carolina le pedía a su
esposo la disculpara con sus suegros, pero que alguien
debía quedarse a organizar arreglos que se hacían en
su departamento, al tiempo que le pedía que le
informara telefónicamente el estado de sus bebes y de
él mismo.
Luego de que se cerraron las puertas del auto y el
motor se oía cada vez más lejos, escuché que se
cerró
la puerta del edificio, lo que me indicaba que ella ya
había entrado a su departamento. El pensar que ella
estaría sola en su casa me puso nervioso. Una erección
empezó crecer entre mis piernas de solo imaginármela
en la cama, en ropa interior. Sin más, decidí que esa
noche tenía que decirle lo que sentía por ella, por lo
que empecé a planear con que pretexto presentarme en
su departamento. En esas estaba, cuando sonó el timbre
del mío, y vaya sorpresa que me llevé cuando abrí
la
puerta, ahí estaba ella, con cara de pena.
Se disculpó por tocar a esa hora (eran las 11:45 de la
noche), pero me explicó que los arreglos que hacían en
su casa le hacían incomoda su estancia, por lo que se
le había ocurrido dormir en el sofá que está en
la
sala de mi departamento, a lo cual yo no me negué, por
su puesto.
La invité a pasar y a sentarse, con lo que iniciamos
una charla al calor de un poco de música y una copa de
vino que yo serví. Al calor de la música y debido al
efecto de la bebida de uva, nos relajamos
inmediatamente y la charla tomó un curso más íntimo,
en donde hablamos de nosotros, hasta que ella empezó a
comentar de su matrimonio. Me dijo que era feliz con
lo que tenía, pero que últimamente su relación
con su
esposo no funcionaba bien en una parte. Ya en
confianza, me explicó que la vida sexual en la pareja
es una parte importante y un complemento del amor, por
lo cual era de entender que está situación la tenía
algo triste.
Su actitud me inspiró ternura, por lo que en un acto
reflejo la abracé, siendo correspondido por ella. El
abrazo se prolongó, por lo que ambos pudimos sentir el
calor de nuestros cuerpos y aspirar nuestros olores.
Fue esto último lo que provocó que el abrazo se
prolongara aún más, y que ambos iniciáramos una
leve
caricia en las espaldas de ambos, en un movimiento de
arriba hacia abajo.
La fuerza del abrazo creció y sentí en mi pecho sus
dos enormes senos, lo cual me excitó generando una
erección que casi se salía de mi pijama. Al oír
de sus
labios salió un huuuuummm. prolongado, llevé mis
labios a su cuello y lo besé con ternura pero con
insistencia. Del cuello pasé al lóbulo de su oreja, a
la mejilla y entonces vi sus ojos cerrados y una
expresión de complacencia en su rostro que aún en
estos días me hace acordarme de ella.
Sus labios rojos y carnosos estaban entreabiertos, por
lo que me acerqué y los bese suavemente, los dibujé
con la lengua y al llegar a la comisura de su boca la
introduje poco a poco, como fornicándola con la
lengua. Esto la excitó y provocó que abarcará mi
boca
con la suya al tiempo que me tomaba fuertemente por la
nuca y acariciaba mis cabellos. Mis manos ya fe
aferraba a su cintura, marcada por lo ajustado del
vestido que traía. Subí un poco las manos, y sentí,
aún sobre el vestido, la tibieza de esos enormes senos
que Carolina tenía.
Luego de un buen rato en que nos besamos y acariciamos
todo lo que podíamos, baje mi lengua por su barbilla,
y al descender la vista sentí un deseo incontrolable
al ver que entre su amplio escote (no muy común en
ella), sobresalían dos enormes globos que parecían
querer romper la tela. Acaricié su cuello con las
manos, al tiempo que besé su papada y la curva de su
hermoso cuello, hasta llegar a la base de sus senos,
los cuales recorrí con la lengua viendo como al paso
de la misma, los poros de su piel se hinchaban por el
placer que le generaba esta caricia. Bajé el cierre de
su vestido y seguí lamiendo sus senos, que poco poco
fuí sacando del brasier. Bajé primero la copa que
cubría el seno izquierdo, lo hice muy lentamente, por
lo que primero me embelesé acariciando con mi lengua
las pequeñas protuberancias en la aureola que rodea al
pezón, ensalibándola, hasta llegar a un rosado,
arrugado y enorme botón, que al succionarlo, hizo que
ella gimiera. Desabroché su brasier y pasé al otro
seno, que también succioné y lamí hasta sentir
que el
pezón no se doblaba con mis caricias por lo duro que
estaba.
Ella ya me había desabrochado la camisa del pijama y
me acariciaba con fervor, mientras me decía "así,
así,
bésame más, hazme sentirme mujer", lo cual me excitaba
más y me alentaba a continuar con la caricias en un
erotismo que ya no veía limites.. De repente, me
levantó, me recargó en el respaldo de un librero que
tengo en la sala, al tiempo que besó y chupó mis
tetillas, el estómago y el ombligo, bajando cada vez
más. Se abrazó jalándome de las nalgas y pasó
su
mejilla sobre la tela del pijama, en la parte en que
mi pene daba brincos insistentes, como catapulta,
debido al alto nivel de excitación que tenía. Desde
mis nalgas, jaló la tela del pijama de tal forma que
hiciera presión sobre mi pene, y luego, siempre sobre
la tela, subió lentamente su lengua desde la base del
pene hasta la punta, la cual mordió cariñosamente.
Acto seguido, bajó lentamente el pijama, descubriendo
primero el glande, que brillaba de tan rosado he
hinchado, acariciando y ensalibándolo dulcemente con
su lengua. Recorrió la comisura del pene y fue bajando
lentamente, mordiéndolo a lo ancho, hasta llegar a la
base, luego subió lentamente hasta llegar a la punta,
que se introdujo poco a poco, hasta comerse casi la
mitad del mismo. Yo le acariciaba las mejillas y el
pelo, mientras ella se metía mi pene hasta donde podía
en una mamada que en mi vida me han vuelto a hacer.
Acto seguido, se fue levantando poco, sin dejar de
acariciarme con su lengua, la cual subió por mi
estómago y el pecho, hasta llegar a mis labios,
fundiéndonos nuevamente en un besó lleno de pasión.
Yo me retiré un poco de ella para desprenderme del
pijama (en tanto ella se desnudaba también), y al
levantarme admiré ese cuerpo tan hermoso. Carolina se
posesionó de mi pene y lo acarició con la mano.
Entonces, viéndome a los ojos, me dijo que hacía
tiempo me deseaba, que su actitud de apoyarme con lo
del edificio no era desinteresada, ya que desde que me
conoció sintió, primero una ternura que no se explicó,
hasta que está se fue convirtiendo en deseo sexual.
Bajó la vista hacia mi pene y me dijo algo que hasta
la fecha sigue siendo cierto (ahora tengo 34 años y
continúo viviendo sólo, en otro departamento) que esa
noche sería la noche de nuestras vidas, por lo que
teníamos que gozar infinitamente de nuestros cuerpos.
Fue entonces cuando me jaló de tal forma que nuestros
cuerpos giraron, hasta quedar ella con su espalda
recargada al respaldo del librero.
Estando ambos de pie, con una agilidad increíble,
levantó su pierna izquierda y la colocó sobre mi brazo
derecho, pidiéndome: "coloca mi pierna sobre tu
hombro".
Levanté su pierna hasta mi hombro y ella prácticamente
se colgó de mi cuello, pidiéndome que le introdujera
el pene en su vulva, que había quedado rozándome el
glande (con esta posición arreglamos un poco la
diferencia de estatura, ya que ella me llevaba unos
centímetros más).
Mientras la besaba apasionadamente, acaricié su pierna
que tenía sobre el hombro, bajando hasta recorrer la
redonda y enorme nalga, tersa y suave, pasé mi mano
por la rajada que empezaba desde la parte en que
termina espalda, y fui bajando lentamente hasta llegar
a sus labios vaginales, los cuales acaricié
suavemente, sintiendo la humedad de su agujero. Acto
seguido, abrí con dos dedos los labios de la vagina
hinchada e introduje la punta de mi verga, con lo que
cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás,
recargándola al respaldo del librero, mientras decía
"que rico papasito, méteme otro poquito de tu verga,
que rica es papito, más rica de lo que pensaba, quiero
sentirla toda dentro de mi, dame tu leche, dame tu
leche."
Al oir esto, no pude contenerme más y de un golpe se
la metí toda, hasta que estuve parado totalmente de
puntitas y sentí como mis bolas rozaban las
puntiagudas nalgas. Empecé a entrar y salir de su
vulva a un ritmo regular, y a cada embestida mía, ella
gemía y respiraba agitadamente con los labios
entreabiertos.
Aumenté el ritmo y ella empezó a gritar con cada
embestida, "ay mi amor, ay mi amor, ay papasito,
cógeme más papito, méteme tu verga tan rica papito",
hasta que estas frases tan cachondas se convirtieron
en "me vengo, siento que me vengo papito, dame tu
leche, dame tu leche, tu leche, quiero tu leche" y
terminó con un "ayyyyyyyy ayyyyyyyyyyyy..
aayyyyyyyyy mi vida" En ese instante comprendí que ya
había tenido su primer orgasmo y embestí más fuerte,
hasta que sentí como la leche recorría el camino desde
mis bolas y salía expulsado por la punta de mi pene.
Que sensación tan inigualable.
Al sentir el caliente líquido seminal en sus entrañas,
volvió a gritar y a tener mas orgasmos, "tu leche mi
amor, que caliente y rica está tu leche, mi amor,
ahaaaaaaaa ahaaaaaaaaaa, me has echo tan feliz mi
amor, que felicidad de verdad"
Yo continué dentro de ella después de mi explosión,
aún con la pierna de ella sobre mi hombro. Al
agacharme un poco para aflojar la tensión de mi
cuerpo, vi como nuestros jugos escurrían por su pierna
hacia la rodilla, por lo que subí la pierna que tenía
apoyada en el suelo y cargándola, con la verga aún
adentro, la llevé al sofá y me senté con ella encima.
Me besó nuevamente como sólo ella sabe hacerlo, y
entonces me percate que mi pene aún no bajaba, estaba
igual de tieso pese a la explosión pasional que había
sufrido y bien metida en esa vagina llena de líquidos
y de calidez. Mientras me besaba y acariciaba todo el
rostro me comentó: "mi vida, que hermoso eres, me has
cogido como nunca nadie, y que hermosa verga tienes,
tan rica, tan dura que sigue dentro de mi, gracias mi
amor, gracias por darme esto".
Entonces se levantó lentamente, a tal grado que mi
verga casi se sale de su agujero, lo cual ella no
permitió atrapándolo con una leve bajada, y comenzó
a
subir y bajar, jadeando de placer y gozo, que era
correspondido de igual forma por mi.
Lo hicimos en el sofá nuevamente, en la alfombra de la
sala, en la bañera y terminamos una apasionada noche
en la cama, desde donde vimos amanecer con los cuerpos
fundidos en uno. Desde ese día, cambié, no soy el
mismo. Sólo me queda un vacío: espero pacientemente en
mi departamento de la ciudad de México a que aparezca
otra Carolina en mi vida.
Fin
Melancólico
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